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Esto no es un meme

Foto del escritor: Elidio La Torre LagaresElidio La Torre Lagares

Actualizado: hace 6 días

Publicado el 27 de febrero de 2025 en El Nuevo Día


Imagen de Justin Metz para The Economist
Imagen de Justin Metz para The Economist

La imagen apareció en la cuenta oficial de la Casa Blanca: una figura grotesca de piel anaranjada, coronada como un rey. El montaje replicaba el diseño de Time, salvo por un detalle. La tipografía estilizada ya no leía "Time"; ahora decía "Trump". En la esquina inferior izquierda, la frase "Long Live the King" hacía explícito el mensaje. No era un meme.


Se podría pensar que el imaginario monárquico no tiene cabida en una nación cuyo origen es, precisamente, la negación de la monarquía. La Revolución de 1776 fue una revuelta contra el absolutismo de Jorge III; la Declaración de Independencia, un manifiesto contra la tiranía; y la Constitución de 1787, la garantía de una república democrática. Pero Larga Vida al Rey.


La imagen, de factura oficial, remite a un óleo clásico. Las pinceladas simuladas, la paleta saturada, la iluminación teatral. Se quiere Rembrandt, se quiere Gainsborough, pero es propaganda. La composición está calculada: la pose grandilocuente, la corona, la aureola de poder. No hay accidente aquí. Es el Destino Manifiesto con IA, la doctrina Monroe en versión de stock. Un déjà vu imperial que resucita la vieja ficción del derecho divino al trono.


De fondo, la ciudad de Nueva York, con el Empire State a la derecha y el Chrysler a la izquierda. Jachin y Boaz, las columnas del Templo de Salomón. Justicia y Benevolencia. Un culto a la personalidad, un performance de poder.


Nada de esto es nuevo. La normalización de la propaganda asusta. La máquina mediática de Trump ya no tiene que convencer a nadie: el espectáculo se sostiene solo. Y mientras en Puerto Rico cualquier debate sobre el futuro político queda sujeto a la voluntad de una potencia en implosión. En Washington, algo huele a podrido. En San Juan, jugamos a que decidimos algo.


En tanto se van fundiendo el hierro de los martillos con los que nos golpearán los delirios de poder y riqueza, a nadie parece quitarle el sueño el hecho de que los tres destinos políticos de Puerto Rico (estadidad, república asociada e independencia) quedan a los antojos de su majestad el Rey de los Estados Hundidos. El riesgo no es solo la excepcionalidad del momento, sino la excepción como norma. Si Trump avanza hacia un estado de excepción, si la voluntad popular es irrelevante, ¿qué sigue? ¿Huesos? ¿Piedras? ¿La política reducida a una formalidad sin sustancia?


La situación en los Estados Hundidos de América es involutiva y autófaga. Y por ello es un buen día para que los líderes políticos en Puerto Rico se sienten en la misma mesa a delinear posibles escenarios que afecten la isla. ¿Van a doblar rodilla? ¿Van a invocar pactos que hoy parecen malas compras en Temu? ¿Van a rehusar someterse a la bota en la boca? Cuando Trump y Musk sellen el golpe de estado, ¿qué hará Puerto Rico?


Esto no es un meme. Tampoco es un simulacro. No es casualidad que los huevos estén caros, ni que sea difícil encontrarlos. Y la revolución no será televisada.

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