Hay oleaje en tiempo real. El trabajo de Sarabel es un texto del que no se puede hablar, solo se puede entrar en él, como diría Barthes. Deviene en atopía, porque la obra está en la pared, la pared está en el museo, y el mensaje está en todas partes y nosotros en un solo lugar (frente a la obra).
Sarabel Santos Negrón es una poeta que no necesita las palabras porque su lenguaje es otro. Contemplar su reciente exposición Emplazamiento del Imaginario Costero en el Museo de Arte de Caguas, con la curaduría de Elsa María Meléndez, cuya propia poesía plástica le ha ganado reconocimientos, es adentrarse en un universo donde la poesía toma forma tangible. Lo de poesía plástica apela a los medios de articulación del poema. Literalmente.
Sarabel, artista originaria de Bayamón, ha presentado su trabajo en la exhibición Coleccionismo Contemporáneo de Arte Latinoamericano (Bogotá), en el Chico Art Center (California), así como en Large Arts Studios (Seattle) y en el Museo del Barrio (Nueva York). Su Emplazamiento consta de una serie de paisajes conceptuales donde se utiliza el cloruro de polivinilo, abreviado: PVC, del que cada año se producen más de 40 millones de toneladas en el mundo. Aquí, escondidos, están los poemas de Sarabel.
El crítico de arte Carlos Ortíz Burgos clasifica la serie como «obras de pared», donde la artista no talla, sino que ensambla los materiales. La pared es un elemento primordial, porque, al ser el plano de ensamblaje, crea una simbiosis, una codependencia con la obra, como el propio polímero del que se componen los fragmentos que se unen en las obras. Como polímero, el polivinilo es una forma de plástico, que se obtiene como derivado del petróleo.
Del petróleo se saben varias cosas, pero se callan más.
La preocupación de Sarabel por la erosión costera, la contaminación marina y el desecho de desperdicios no biodegradables en un país rodeado de agua toma una dimensión silente: el Puerto Rico colapsado de los años '70, cuando, como apunta Félix Córdova Iturregui, la recién creada OPEP anunció que reduciría la producción de crudo hasta que Israel se retractara de su invasión en tierras palestinas y reconociera el derecho a la soberanía del pueblo invadido. El Estado Libre Asociado de Puerto Rico, bajo el entonces gobernador Rafael Hernández Colón, había apostado al proyecto químico-petrolero en las costas de Guayanilla. Tanto la CORCO como la Union Carbide Caribe, Inc. constituían el corazón palpitante del vasto complejo, detentando la propiedad total o parcial de veintisiete plantas, las cuales, si una vez se alzaban majestuosas como testigos de su poderío industrial, hoy día son un monumento al fracaso. La caída del proyecto petrolero en Puerto Rico es emblemática del comienzo del colapso del ELA.
El trabajo de Sarabel no lo dice, lo habla en silencio, porque es un producto de la historia dentro de un momento histórico en Puerto Rico. Pero es un silencio que es un no-silencio, porque narra.
Según la percepción de Ortíz Burgos, la artista, «en lugar de utilizar el PVC como matriz, lo utiliza como soporte sobre el cual imprime, más bien, transfiere imágenes digitales». Es decir, el material hace las veces de soporte para el texto que se narra en la obra. Añade Carlos que, no siendo esto suficiente, «en lugar de realizar hendiduras en la matriz, como regla general, hace que la matriz se proyecte en la dirección contraria al corte». Es decir, Sarabel propone una reversión del orden prevalente en los órdenes socio-ecológicos en Puerto Rico, donde la remisión del terreno ante la invasividad marina se complica con la apropiación y privatización de las playas.
Esto lo escribo más bien desde una visión ecfrástica en la que la impresión visual de una obra de arte va tomando forma de palabra. Sin pretender ser crítico de arte, pero sí poeta, puedo resaltar la constante hacia las curvas y los arcos que se mueven con gracia hidráulica. Desplaza lo recto y liso por lo torcido y lo deforme, creando dos sensaciones: una, el orden fálico patriarcal queda límpido y doblegado; y, segundo, que vivimos en una isla de paisajes truncos. No hablo de estampas en anuncios de cerveza ni lugares paradisíacos en campañas de turismo, sino en el paisaje panorámico de nuestra presente involución, tanto económica, demográfica como política.
Una de las obras que más me llama la atención es La construcción de la isla propia, donde el cloruro de polivinilo se combina con pintura acrílica (otro derivado del petróleo) y la transferencia de dibujos e imágenes (las cuales, al convertirse en tinta, también derivan del petróleo). Entonces, llama la atención cómo, dispuesta en una obra de pared, puede tener tanto movimiento. Hay oleaje en tiempo real. Es un texto del que no se puede hablar, solo se puede entrar en él, como diría Barthes. Deviene en atopía, porque la obra está en la pared, la pared está en el museo, y el mensaje está en todas partes y nosotros en un solo lugar (frente a la obra). Es un sistema de signos desbordado en un lenguaje silencioso, pero heroico.
Como criaturas del lenguaje, los artistas (todos), ensayan, en algún momento, algún tipo de estructura subyacente donde se organizan las superficies o estructuras de manera consistente y regular. En efecto, es un "patrón", una unidad repetitiva de forma o figura, pero también puede considerarse como el 'esqueleto' que organiza las partes de una composición. La colección Emplazamiento del Imaginario Costero recurre a lo que Philip Roth llama el arco dramático: una ola, una perturbación que se desplaza a través de un medio (agua de mar), empujando todo hacia un pico tambaleante hasta que todo colapsa, y la calma regresa. Pero en la obra de Sarabel, la calma se infiere como una calma siniestra, o nuestra desaparición del archipiélago caribeño.
En cada una de las piezas, la materia nunca está en reposo. Descarga estática. Que no se ve, pero se siente.
Hay que aprender a sentir de nuevo, como Sarabel siente sus piezas.
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