La proliferación de discursos en torno a la narrativa es en sí misma prueba de su crisis.

A.
1.0 No deja de ser irónico que hoy, cuando más se habla de narrativas, nos encontremos precisamente en el momento en que la narración se ha convertido en una rareza, en un vestigio de otro tiempo, en algo que en realidad ya no sucede o que, si sucede, lo hace con el mismo carácter artificial con el que uno repite fórmulas aprendidas sin que estas conserven el menor indicio de verdad.
1.1 Hablamos de “narrativas” como quien nombra una reliquia, algo que, aunque pronunciado en presente, pertenece ya al pasado, como una moneda en desuso o un título nobiliario que, aunque mantenido, carece de todo poder efectivo.
1.2 Byung-Chul Han, en La crisis de la narración, lo dice con claridad: la proliferación de discursos en torno a la narrativa es en sí misma prueba de su crisis.
1.3 Se insiste demasiado en lo que se teme perdido o en lo que, en el fondo, ya no existe.
1.4 Y es que antes, cuando los relatos servían de anclaje al mundo, nadie hablaba de ellos con la insistencia con que se habla ahora.
1.5 No hacía falta nombrarlos, del mismo modo que tampoco resulta necesario explicar el aire que se respira.
1.6 No era necesario justificar la narración porque la narración estaba ahí, dentro y fuera de uno, conformando la realidad tanto como la memoria.
2.0 Pero hoy, en la era digital, la narración se ha convertido en algo extraño, un lujo, si se quiere, una actividad que parece requerir de una paciencia que ya nadie tiene y de un tiempo que nadie concede.
2.1 No es que la gente haya dejado de contar cosas, sino que lo que cuenta ya no es relato, sino información, esa suerte de material instantáneo y efímero que se amontona en los márgenes de la conciencia sin llegar a transformarse nunca en experiencia.
B.
1.0 Han distingue con precisión entre la narración y la información.
1.1 La narración, dice, une lo disperso, da forma y sentido a lo que, de otro modo, no sería más que una acumulación de hechos inconexos.
1.2 Un relato estructura el tiempo, lo dota de profundidad y de dirección, mientras que la información, por el contrario, lo disgrega, lo convierte en una secuencia de presentes sin vínculo entre sí, en una ráfaga de datos que se suceden sin que entre ellos haya más relación que su yuxtaposición.
2.0 En ese sentido, vivimos en un mundo completamente informatizado, un mundo en el que todo puede ser registrado, pero nada recordado.
2.1 La memoria ya no es un tejido, sino un depósito, y cada vida, en lugar de narrarse, se archiva.
2.2 Nada permanece lo suficiente como para convertirse en relato, porque todo se consume demasiado rápido.
2.3 La información, a diferencia de la narración, no requiere elaboración, ni paciencia, ni escucha.
2.4 Se ofrece y se recibe en bruto, sin el menor esfuerzo, sin el menor trabajo por parte de quien la emite y, aún menos, de quien la recibe.
3.0 Esa diferencia es la que separa la sociedad de la narración de la sociedad de la información.
3.1 Antes, la narración era un acto comunitario, requería de un oyente tanto como de un narrador.
3.2 Se contaban historias porque en ellas había una forma de orientar la vida, de comprender lo sucedido, de darle una continuidad al tiempo.
3.3 Hoy, en cambio, no hay relato, sino un flujo constante de datos que se acumulan y se pierden con la misma rapidez con la que han aparecido.
3.4 Cada instante cancela el anterior, y todo lo que sucede carece de espesor, como una imagen reflejada en un cristal que no deja huella alguna cuando se desvanece.
C.
1.0 No deja de ser curioso que, a falta de relatos auténticos, la sociedad haya inventado el storytelling, ese sucedáneo comercial de la narración que consiste en aplicar una pátina narrativa a todo lo que, en sí mismo, carece de historia.
1.1 Es un procedimiento burdo, pero eficaz: se dota a los productos de una historia, se convierte a las marcas en protagonistas de una fábula, se les atribuyen valores y emociones como si fueran personajes de una novela que nunca se escribió.
2.0 Lo que antes era una práctica literaria ha pasado a ser un recurso de marketing.
2.1 Las historias ya no se cuentan para otorgar sentido al mundo, sino para vender un producto.
2.3 La narración, que antaño generaba comunidad, se ha convertido en una herramienta de persuasión, un mecanismo de seducción que opera sobre las emociones del consumidor.
2.4 Lo mismo sucede en la política, donde el relato no es más que un artificio para sostener una imagen, una ilusión que no busca la verdad, sino la adhesión.
3.0 Han lo llama storyselling, porque de eso se trata en última instancia: de vender historias como quien vende camisetas o perfumes.
3.1 Pero estas historias son débiles, carentes de gravedad, intercambiables, vacías de todo contenido real.
3.2 No generan identidad ni pertenencia, porque no tienen raíces en la experiencia.
3.3 Son relatos sin cuerpo, diseñados para la inmediatez, para el consumo rápido y el olvido veloz.
D.
1.0 Si algo desaparece con la crisis de la narración, es la comunidad.
1.1 La narración, al igual que la memoria, es un fenómeno compartido, un espacio de encuentro entre quien cuenta y quien escucha.
1.2 Pero hoy, en la era de las redes digitales, cada uno se limita a exponer su fragmento de realidad sin esperar respuesta, sin formar parte de ningún relato mayor.
1.3 Se comparten imágenes, pensamientos instantáneos, retazos de existencia convertidos en posts, pero no se cuenta nada, porque contar requiere paciencia y continuidad, dos cosas que la sociedad digital no tolera.
2.0 Las pantallas han sustituido al fuego alrededor del cual los humanos se reunían para narrar, y en lugar de comunidad, tenemos individuos solitarios intercambiando información sin profundidad, sin verdadera comunicación.
2.1 Nadie escucha, porque todos están ocupados en emitir.
2.2 Nadie recuerda, porque la memoria se ha externalizado en bases de datos que almacenan sin comprender.
E.
1.0 En un mundo donde todo se registra y nada se recuerda, la vida misma se ha convertido en una serie de inputs sin relación entre sí.
1.1 La digitalización no solo ha cambiado nuestra manera de comunicarnos, sino que ha transformado nuestra relación con el tiempo y con la identidad.
1.2 Ya no hay biografía, sino archivos. Ya no hay experiencia, sino datos.
1.3 Cada individuo es un perfil en movimiento, una secuencia de eventos que se acumulan sin formar un todo.
1.4 Han sugiere que la única forma de resistir esta disolución es recuperar la narración como un acto de resistencia, reintroducir la paciencia, la escucha, la posibilidad de contar historias que no se agoten en la inmediatez.
1.5 Pero eso, quizá, requiera algo que ya no estamos dispuestos a conceder: tiempo, silencio, espera.
1.6 Y quién sabe si esas no son las únicas cosas que verdaderamente importaban.
Comentarios